01-11-2015,La despoblación en España,el caso de molina de Aragón(Guadalajara,CLM) por el mundo.es
"Montaron enjambres, grandes colmenas de casas y se los llevaron a todos a la ciudad alegando que aquí había muy pocas opciones para vivir. Crearon la figura del paleto: el que se iba era el listo, el que se quedaba, el tonto, el que no sabía buscarse la vida... Y los pueblos se fueron quedando vacíos". Jerónimo Lorente describe de forma muy gráfica un problema que se olvida. El del despoblamiento rural, que alcanza en la zona de la comarca de Molina de Aragón (Guadalajara) su máximo exponente. De la mano de este jubilado de 73 años recorremos una de las regiones más despobladas de España. La Siberia española, la han bautizado.
Son las 10 de la mañana en Molina, eje urbano en torno al que gira la vida de la comarca. Es día de mercado y las calles, paradójicamente, están llenas. El ritual de los jueves que nadie se pierde. Hace tiempo que las furgonetas que reparten el pan empezaron su ruta por los pueblos. Como mucho, 70 barras en temporada alta, explica el panadero Alberto Usero, que habla de su profesión como "un servicio público". También lo ha hecho el autobús escolar, recogiendo a dos o tres niños por población... De lo contrario, comerían sin pan. O no irían a clase, ya que muchas poblaciones no tienen tiendas, ni médico, ni colegios para los escasos niños de las familias que han decidido quedarse en el pueblo.
La comarca de Molina de Aragón es fronteriza con Soria, Zaragoza, Teruel y Cuenca y es una de las zonas menos pobladas de Europa. Viven 1,63 personas por kilómetro cuadrado, una densidad menor que la de Laponia o la de Siberia. El éxodo comenzó a finales de los 50, con un desarrollismo promovido por el Franquismo en ciudades en plena expansión con fábricas que nutrir y un campo poco tecnificado y pobre, en el que costaba salir adelante.
Molina perdió además el papel vital de punto clave ganadero que había tenido hasta entonces. "La economía se concentró en las áreas litorales y en las grandes ciudades. Necesitaban mano de obra y se levantaron zonas como la colonia Marconi o Ciudad Pegaso, en Madrid. En el resto de Europa se crearon industrias derivadas de los productos agrarios, pero aquí no. Aquí la causa del despoblamiento no ha sido natural, ha sido política: todo a la ciudad, nada al campo". Él, Jerónimo Lorente, fue uno de los que se marchó a trabajar a Madrid. Veintiún años después, volvió. "Cuando me fui, en mi pueblo -Adobes- aún vivía casi un centenar de personas y cuando volví, nada, ocho o diez, tres bombillas y las ovejas pastando por las calles. Estaba completamente abandonado".
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Son las 10 de la mañana en Molina, eje urbano en torno al que gira la vida de la comarca. Es día de mercado y las calles, paradójicamente, están llenas. El ritual de los jueves que nadie se pierde. Hace tiempo que las furgonetas que reparten el pan empezaron su ruta por los pueblos. Como mucho, 70 barras en temporada alta, explica el panadero Alberto Usero, que habla de su profesión como "un servicio público". También lo ha hecho el autobús escolar, recogiendo a dos o tres niños por población... De lo contrario, comerían sin pan. O no irían a clase, ya que muchas poblaciones no tienen tiendas, ni médico, ni colegios para los escasos niños de las familias que han decidido quedarse en el pueblo.
La comarca de Molina de Aragón es fronteriza con Soria, Zaragoza, Teruel y Cuenca y es una de las zonas menos pobladas de Europa. Viven 1,63 personas por kilómetro cuadrado, una densidad menor que la de Laponia o la de Siberia. El éxodo comenzó a finales de los 50, con un desarrollismo promovido por el Franquismo en ciudades en plena expansión con fábricas que nutrir y un campo poco tecnificado y pobre, en el que costaba salir adelante.
Molina perdió además el papel vital de punto clave ganadero que había tenido hasta entonces. "La economía se concentró en las áreas litorales y en las grandes ciudades. Necesitaban mano de obra y se levantaron zonas como la colonia Marconi o Ciudad Pegaso, en Madrid. En el resto de Europa se crearon industrias derivadas de los productos agrarios, pero aquí no. Aquí la causa del despoblamiento no ha sido natural, ha sido política: todo a la ciudad, nada al campo". Él, Jerónimo Lorente, fue uno de los que se marchó a trabajar a Madrid. Veintiún años después, volvió. "Cuando me fui, en mi pueblo -Adobes- aún vivía casi un centenar de personas y cuando volví, nada, ocho o diez, tres bombillas y las ovejas pastando por las calles. Estaba completamente abandonado".
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